Thursday, October 1, 2009

Apología a la crítica.



De pequeño nunca entendí la risa con lágrimas que soltaba Mafalda en la tirilla de Quino cuando la madre le explicaba el significado de democracia. Hoy por hoy sigo sin entender, ¿porqué la risa?.

La expresión política del voto valida la democracia, por tanto, es el pueblo quien valida el gobierno para que tutele el porvenir y regente la democracia. Somos nosotros lo que tenemos la autoridad de aquilatar de poder a los que sazonan la crisis, y lo hacemos. La crítica también la empleamos, curiosamente luego de haber elegido y en ocasiones contra quien mismo elegimos: la emprendemos contra el consentimiento. En todo caso nuestra elección es siempre voluntaria. Si no nos sometemos al proceso por considerarlo una “ imposición consultada”, lo hacemos voluntariamente y la emprendemos contra el sistema, al final, siempre criticamos.

La crítica a veces impacta y a veces no, aún así es importante, no es que sea futil, es que no fragmenta, o por lo menos la rudimentaria pasividad de despecharse en el balcón, con un grito, no. Por eso escribo, porque hacemos falta. Esta carta y la indignación. El poder necesita de oposición, sin ella no hay justificación para mostrar el autoritarismo como democracia. Por tanto, mi crítica cumple una doble función: plasmo lo que entiendo incorrecto como una clara oposición a lo que ha sido establecido restrictivamente mediante leyes y jurisprudencia (como el sabueso que digilencia ordenes de cateo con el olfato) y hago que la política pública que es privada se concretize con una muy necesaria dosis de expresión contraria.

Esta doble aportación mía-que es de muchos- continúa, y es que este gobierno democrático ha institucionalizado una estructura entre el marco peyorativo de la acción progresista de cambio, y la frágil postura del clasismo. Son los únicos que pueden mantener con éxito el “populismo elitista”, en teoría imposible de concebir y en la práctica capaz de existir: un gobierno que excluye a las masas y dirige sus esfuerzos para un sector privilegiado mientras radicaliza discursos con corte social. Se da por entendido y no se explica. Quien lo explica se va, como Jaime, el “such is life” y su Ribiera del Caribe.

El pueblo en general, en específico los abogados y los que estamos en camino a serlo no nos podemos quedar callados, cuando una ley es inmoral su desobediencia es un deber ético, y cuando una ley es coercitiva su desobediencia es un deber, punto. La desobediencia civil de la ley injusta es un acto de valentía. Así como una ley anacrónica se caduca en práctica, una ley o una jurisprudencia que se vuelva represiva al sentido de lo que es correcto debe recibir nuestra mas cálida crítica, una resistencia ejemplar, el antagonismo debe ser marcado para que aunque no caduque su obligación y aplicabilidad, tenga repulsa, de nosotros: una muestra de pelota de vergüenza.

por: Arturo Otlahui Ríos Escribano

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