Por Luis Alberto Zambrana
"The law was made for one thing alone, for the exploitation of those who don't understand it, or are prevented by naked misery from obeying it." (Polly Peachum en La Ópera de los Tres Centavos, de Bertolt Brecht y Kurt Weil (música))
Compañeros y compañeras, específicamente las y los miembros del Comité de Acción de Estudiantes de Derecho (CAED). Sé que en esta semana han sucedido eventos muy importantes no sólo en nuestro país, sino en nuestras vidas, y ayer entiendo que se pusieron a prueba, muy drásticamente, la organización, principios y efectividad del colectivo que con tanto ahínco han desarrollado. Lo que pude percibir ayer, desde que salió el grupo en la marcha hacia el punto de encuentro, fue una verdadera y duradera ráfaga de principios loables que demuestran la grandísima calidad de seres humanos que conforman la organización. Es una realidad que la profesión de la abogacía está atestada de egoísmos e intereses puramente individualista que, en un sistema económico político como en el que habitamos, se traducen en la conversión de esta profesión (inherentemente necesaria en una sociedad desigual) en un mero negocio bastante lucrativo, o con aspiraciones de serlo. Entendiendo este fenómeno tan común que suele crear una perspectiva de la profesión muy demacrada en la opinión pública, el CAED emerge como la escisión que no sólo cuestiona dicha percepción, sino que la niega de forma radical.
Desde sus comienzos, ustedes, estudiantes universitarios con un grado de conciencia social y responsabilidad dignificante enorme, decidieron no ser mera instrumentalización de una organización social y política con graves y lamentables problemas sociales e injusticias en muchas ocasiones oscurecidas. Sólo por inspirarse en principios de solidaridad, empatía y justicia, se merecen la más alta felicitación como la misma negación de la imagen del abogado y abogada sostenida por la opinión pública, en muchas ocasiones de forma justificada. Más aún, han hecho del CAED un elemento principal de su educación jurídica en la Escuela de Derecho que, lamentablemente, va cercenando espacios de reflexión y críticas en pro de una enseñanza cada vez más técnica y acrítica, como se puede evidenciar en los cambios de currículo y clases, así como en las perspectivas que se utilizan para impartir clases, con sus notorias y excelentes excepciones que, ni tengo que mencionar sus nombres, porque constituyen el corazón de un claustro responsable, crítico y comprometido. En vez de memorizar concepciones legales o disposiciones de ley, ustedes trascendieron ese ejercicio mecánico y auscultaron precisamente la fundamentación ideológica y política de disposiciones como la Ley 7, la Ley de las APP, las acciones estatales recientes y los métodos de participación y expresión de los ciudadanos y ciudadanas en una sociedad que aspira a ser democracia.
Al hacerlo, se posicionaron políticamente como colectivo con principios comunes, así como ideologías diversas, lo que principalmente enriquece los procesos deliberativos y las posiciones del grupo, haciéndolo un ejemplo de democracia participativa sin precedente en estos pasados años. Esta fue, y es, una muestra de responsabilidad ciudadana y universitaria de valía inconmensurable, que da cátedra de cómo debería ser un universitario comprometido especialmente con aquellas problemáticas sociales que necesitan de ayuda y, antes de eso, que necesitan ser vistas, oídas y entendidas. Y ante el miedo que suele infundir el calificativo de "ilegal", han sabido responder sabiamente entendiendo el Derecho, creo yo, mejor que tantos abogados y abogadas, incluyendo profesores y profesoras, como determinada institución y discurso social y político separado de lo que entendemos individualmente por justicia que, aunque no es un concepto genérico por su amplísima dificultad conceptual, sí tenemos trazos comunes de lo que significa en una sociedad como la nuestra. Al así hacerlo, han vinculado el Derecho, como institución, a la política y, a su vez, a la moral. Por esto, lo que presencié ayer fueron actos, debidamente deliberados dentro del grupo, que enfrentaron el derecho positivo y la situación jurídica actual mediante su negación misma, constituyendo actos ilegales fundamentados en principios de justicia y dignidad, lo que propicia el cambio del derecho positivo para atemperarse a los cambios inevitables de la sociedad.
Sin embargo, me quiero detener en un evento que no puede ser pasado por alto en la historia del CAED, porque no sólo me impresionó sobremanera al punto de jamás haber visto algo así en mi vida, sino que es la mejor prueba de lo valioso, organizados e importante, y necesario, de este grupo de universitarios y universitarias comprometidas. El último evento de desobediencia civil que se llevó a cabo no sólo fue una muestra de compromiso social inmenso fundamentado en principios claros de justicia social y compromiso político, sino una expresión de valentía como nunca la imaginé, no por dudar de la valentía de nuestros compañeros y compañeras, sino por la situación de peligrosidad que representaba para la misma integridad física y repercusiones legales que acarreaba. En un acto maravilloso y desprendido, estudiantes de Derecho se solidarizaron con manifestantes y desobedientes civiles ante un aparato absurdamente intimidante de parte del Estado, o sea, la fuerza policíaca y, más aún, la Fuerza de Choque, Operaciones tácticas y muy cerca hasta la policía montada. Este acto de solidaridad y desprendimiento, valiente por demás, los calificó como ciudadanos y ciudadanas protagonistas de la política en nuestra sociedad, enarbolando precisamente los principios que menos se valoran en nuestra palestra pública, y mostrando la esperanza de una nueva generación crítica que decidió no ser parte indiferente del sistema actual, sino llevar a cabo un papel protagónico en la esfera pública y política de nuestra comunidad.
Pero no sólo llevaron un acto políticamente precioso y que dio cátedra, de nuevo, de lo que es ser ciudadano y ciudadana, sino que también fue una muestra de democracia participativa excelsa, cuando, al percibir manifestaciones de otros integrantes que no eran cónsonas con los principios del CAED, entre el grupo se decidió qué acciones procedían y, al fin y al cabo, luego de parar la embestida de fuerza bruta de parte del Estado, con la titánica labor de la mediadora entre los manifestantes y la Policía, la profesora Érika Fontánez, a la que luego se le unió el Profesor Wiliam Vázquez y otros miembros mediadores, el CAED decidió no solidarizarse con actos violentos innecesarios que afectaron negativamente una expresión política jamás antes vista por este servidor. Esta movida política y crítica los engrandeció como colectivo y como líderes, cada uno de ustedes, en nuestra sociedad. En ese momento, que jamás sospeché, no pude sentir más orgullo, honra y alegría por lo que presenciaba.
Compañeros y compañeras, es un placer inmenso forjar una generación de ciudadanos y ciudadanas responsables, negando así la indiferencia tan burda que en muchas ocasiones crean las relaciones laborales y, cómo no, universitarias. Ayer fueron ustedes, los próximos abogados y abogadas, los que violaron la ley con la frente en alto, concibiéndose como personas con principios que trascienden el maniqueísmo peligroso e hipócrita de quien comprende las acciones políticas en sociedad dentro del marco miope del derecho positivo solamente, abstrayendo erróneamente la imbricación del Derecho con la Política. Tienen toda mi admiración y solidaridad, así como mi más alto respeto. Un placer conocerlos y estar viviendo esto.
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